viernes, 18 de agosto de 2017

El terrorismo se ceba sobre Barcelona, y las guerras más despiadadas sobre Siria, Yemen e Irak.


En general suscribo las palabras de Juan Carlos Monedero: http://blogs.publico.es/juan-carlos-monedero/2017/08/18/no-pongais-vuestras-sucias-manos-sobre-la-muerte/, quien ha denunciado con claridad:

"Las propuestas de la derecha para frenar la violencia islamista son evidentes: más insistencia en el supremacismo cristiano y occidental, más represión interna y externa, más sospechas sobre la sociedad, más ley mordaza, más desconfianza y descalificación ante los que piensen diferente y, por supuesto, más castigo militar en las sociedades rotas de Irak, Siria, Libia, Yemen o Afganistán (al tiempo que no se dirá nada sobre, por ejemplo, el gobierno de Marruecos o el de Arabia Saudí). En cambio, la derecha no estará de acuerdo en acabar con los paraísos fiscales, en dejar de vender armas a gobiernos dictatoriales, en invertir para revertir la influencia cultural del islamismo radical, en recuperar económicamente a los países donde el islamismo radical aprovecha la pobreza para extenderse y en aumentar el gasto en inteligencia y prevención como forma de prevenir atentados. Ni en reconocer que desde que se decidió invadir Irak, el mundo está mucho más roto".




Llama poderosamente la atención la cercanía temporal de este atentado con la celebración de un referéndum en Cataluña sobre la posible constitución de esa comunidad autónoma en un estado diferente a España. También llama la atención que existiendo noticias, incluso de la CIA, al respecto de células yihadistas en Barcelona (http://www.elperiodico.com/es/politica/20170817/cia-aviso-riesgo-atentado-ramblas-barcelona-6228987), el estado español no haya logrado parar esta horrible masacre. La imagen que el Mº del Interior del PP ha dado recientemente respecto al empleo de métodos totalmente ilegales para intervenir en la vida política catalana genera dudas de todo tipo. La desconfianza hacia el gobierno del PP es hoy absoluta, tanto o más que cuando los atentados de 11 de marzo de 2004 en Atocha (fruto, en buena medida, de la enloquecida política exterior de José María Aznar).

En todo caso, el terrorismo de origen fundamentalista islámico vuelve a decirle a España que apoyar las estrategias militaristas que continúan arrasando Oriente Medio con guerras (Siria, Irak, Yemen...) tiene un precio. La espiral de violencia sigue su horrible curso, y aunque el dolor que uno pueda sentir por las personas muertas y heridas sea grande, es necesario comprender debidamente los hechos en el contexto histórico de militarismo exacerbado de la OTAN hacia ciertos países de Oriente Medio. Una contextualización que, por supuesto, no traigo a colación como si pudiera servir de algún modo como justificación de esos criminales atentados; todo lo contrario, es decir, una contextualización que hay que tener en cuenta simplemente para poder comprender lo que está sucediendo en muchas ciudades de Europa.

Los asesinos que han masacrado a tantas personas en Barcelona, París, Londres, etc., merecen nuestra más absoluta condena, y desde luego nuestra exigencia de que se haga justicia contra los culpables, pero también hay que, más allá de las legítimas emociones que ahora siente la sociedad, enfrentarse sin contemplaciones a las políticas gubernamentales del PP, absolutamente militaristas, que están conduciendo las cosas hacia este tipo de respuestas salvajes por parte de seres, ciertamente con comportamientos inhumanos, como los que han actuado en Las Ramblas.