domingo, 10 de julio de 2016

Todas las guerras son CORRUPCIÓN POLÍTICA en estado puro.

Invertir cantidades astronómicas de dinero en armas de guerra mientras la gente de aquí pasa grandes necesidades y las de allí (a los países que se llamaban "del Tercer Mundo" me refiero) se mueren o casi, es CORRUPCIÓN POLÍTICA en estado puro. En sí mismo, ese hecho, el hecho de que el sistema fomente, aplauda y premie a los bancos que invierten en guerras, es una prueba muy palpable de hasta qué punto nuestro modelo social, en su generalidad, es una pura corrupción, es decir, una farsa democrática que, en realidad, no tiene otro objetivo que enriquecer a los ya ricos a costa de la vida de muchos millones de seres humanos. Los fabricantes, comerciantes, inversores, compradores, proveedores, publicistas, justificadores, diseñadores, etc., de armas de guerra controlan los mecanismos del estado en materia de política de Defensa y Exteriores (a Pedro Morenés, fabricante de armas, me remito). Ellos deciden el rumbo de lo que hay que fabricar, vender y usar, así como cuándo matar y a quién. Esto, según ellos, es democrático. Este estado de cosas no es terrorismo, sino defensa de las libertades y de los derechos humanos. ¿Vale?.

Qué extraño que en el océano infinito de casos de corrupción política en el que naufraga este país no se mencione y destaque para nada el caso de las inversiones que los bancos hacen en armas nucleares, bombas de racimo, etc. Afortunadamente, el Centre Delas, de la mano del investigador y pacifista Jordi Calvo, sí lo ha hecho: acceso al informe: 

Sinopsis: